Ko es Agua
Obra emplazada en el centro de la comuna de Curicó (Chile), gracias a Galería Cívica.
La obra, desarrollada como un ensayo gráfico en dos partes, aborda la implicancia del código de aguas impuesto durante la dictadura cívico-militarjajaja en el modelo de desarrollo actual y la crisis hídrica que enfrenta en el país.
Me interesa situar esta problemática desde las cuencas de los ríos aledaños de la comuna de Curicó, donde el modelo extractivista privilegia el cultivo agrícola de especies destinadas a la exportación.
Esto se complementa con una biografía disponible a los transeúntes sobre el código de aguas, su implicancia en la crisis hídrica, y posibles salidas enmarcadas en el derecho de los ríos, los derechos de lo ecosistema y el reconocimiento de aquello más-que-humano
Para este ejercicio, pongo atención en la toponimia de Curicó, que como muchos nombres del centro sur de Chile, viene del mapuzungún, la lengua de la tierra. Ko [agua] es una voz recurrente para nombrar territorios, constituyendo un elemento fundamental del mundo mapuche sobre el cual se emplaza aquello que conocemos como Chile. Ahora, y en plena crisis hídrica, ¿Dónde está esa agua? ¿Quién ha extraído este ko constituyente de los territorial, de los procesos de la naturaleza, de la vida en sí misma? ¿Dónde está esa agua en el Maule?
Las imágenes desarrolladas reúnen elementos visuales propios de la extracción industrial del agua, de la agricultura extensiva del Maule, la sequía y los incendios forestales, hibridándose con intuiciones personales de mi relación con Curicó -ciudad donde nací- y algunas especies del bosque esclerófilo central; litre, rapaces, changles, madre de la culebra.
La obra, desarrollada como un ensayo gráfico en dos partes, aborda la implicancia del código de aguas impuesto durante la dictadura cívico-militarjajaja en el modelo de desarrollo actual y la crisis hídrica que enfrenta en el país.
Me interesa situar esta problemática desde las cuencas de los ríos aledaños de la comuna de Curicó, donde el modelo extractivista privilegia el cultivo agrícola de especies destinadas a la exportación.
Esto se complementa con una biografía disponible a los transeúntes sobre el código de aguas, su implicancia en la crisis hídrica, y posibles salidas enmarcadas en el derecho de los ríos, los derechos de lo ecosistema y el reconocimiento de aquello más-que-humano
Para este ejercicio, pongo atención en la toponimia de Curicó, que como muchos nombres del centro sur de Chile, viene del mapuzungún, la lengua de la tierra. Ko [agua]
Las imágenes desarrolladas reúnen elementos visuales propios de la extracción industrial del agua, de la agricultura extensiva del Maule, la sequía y los incendios forestales, hibridándose con intuiciones personales de mi relación con Curicó -ciudad donde nací- y algunas especies del bosque esclerófilo central; litre, rapaces, changles, madre de la culebra.
El Código de Aguas en Chile define al agua como un bien de uso público y privado. Este marco legal se instaló en la dictadura y fue profundizado en los gobiernos de Frei y Lagos. Los grandes beneficiarios de esto son transnacionales y empresarios chilenos que han usufructuado de la explotación del agua.
Durante el 2017, la agricultura en Chile consumió un 72% de la demanda del agua nacional1. En la región del Maule esta industria concentra el 96% del consumo del agua2. Mediante embalses y canales, los afluentes son obligados a regar monocultivos agrícolas y forestales, sustrayendo el agua de los ecosistemas locales y alimentando el modelo global de libre mercado e injusticias socioambientales.
Las proyecciones publicadas este año para el 2030 por la Dirección General de Aguas3 estiman que las disminución del agua disponible alcanzaría el 50%, siendo la región del Maule, una de las áreas posiblemente más afectadas. Lo que sucede con el río Mataquito, la laguna Torca, en el río Maule y los saltos del Parque Siete Tazas es una anticipación a esta crisis hídrica.
El significado cultural del agua para las comunidades humanas, y la crisis ambiental que experimentamos hoy, ha inspirado nuevas legislaciones y acciones en países como Ecuador (2008)4, Bolivia (2010)5, Colombia (2017)5, y Nueva Zelanda (2017)7, además de instancia como la Declaración del Foro Alternativo Mundial del Agua en Francia (2012). Estas, entre otras experiencias, no sólo otorgan herramientas legislativas, si no que marcos afectivos-culturales para poder reconocer no sólo los derechos de los ríos y los cuerpos de agua, si no también derechos de montañas, humedales, valles y todo tipo de ecosistemas y sujetos-no-humanos.
El agua es un bien común. Común a humanos, y común a peces, aves, mamíferos, plantas y todxs los vecinos más que humanos que cohabitan un ecosistema. No basta con entender el agua sólamente como un derecho humano, es necesario resguardar el derecho de las aguas a circular por sus cursos naturales, ambos derechos están entrelazados y dan cuenta de la inseparable dinámica que nos conforma, y en cuyo equilibrio radica nuestra vida.
¿Cómo eran los ríos hace 30 años?
No es sequía, es saqueo ¡ Libertad a las aguas del Maule !
Durante el 2017, la agricultura en Chile consumió un 72% de la demanda del agua nacional1. En la región del Maule esta industria concentra el 96% del consumo del agua2. Mediante embalses y canales, los afluentes son obligados a regar monocultivos agrícolas y forestales, sustrayendo el agua de los ecosistemas locales y alimentando el modelo global de libre mercado e injusticias socioambientales.
Las proyecciones publicadas este año para el 2030 por la Dirección General de Aguas3 estiman que las disminución del agua disponible alcanzaría el 50%, siendo la región del Maule, una de las áreas posiblemente más afectadas. Lo que sucede con el río Mataquito, la laguna Torca, en el río Maule y los saltos del Parque Siete Tazas es una anticipación a esta crisis hídrica.
El significado cultural del agua para las comunidades humanas, y la crisis ambiental que experimentamos hoy, ha inspirado nuevas legislaciones y acciones en países como Ecuador (2008)4, Bolivia (2010)5, Colombia (2017)5, y Nueva Zelanda (2017)7, además de instancia como la Declaración del Foro Alternativo Mundial del Agua en Francia (2012). Estas, entre otras experiencias, no sólo otorgan herramientas legislativas, si no que marcos afectivos-culturales para poder reconocer no sólo los derechos de los ríos y los cuerpos de agua, si no también derechos de montañas, humedales, valles y todo tipo de ecosistemas y sujetos-no-humanos.
El agua es un bien común. Común a humanos, y común a peces, aves, mamíferos, plantas y todxs los vecinos más que humanos que cohabitan un ecosistema. No basta con entender el agua sólamente como un derecho humano, es necesario resguardar el derecho de las aguas a circular por sus cursos naturales, ambos derechos están entrelazados y dan cuenta de la inseparable dinámica que nos conforma, y en cuyo equilibrio radica nuestra vida.
¿Cómo eran los ríos hace 30 años?
No es sequía, es saqueo ¡ Libertad a las aguas del Maule !
Texto en colaboración con @jensbenohr y @evanerika
Fotos por Fernanda R.
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